Los accidentes cerebrovasculares (ACV) son la primera causa de discapacidad en adultos a nivel mundial. En Estados Unidos es la tercera causa de mortalidad, mientras que en gran parte de los países industrializados se encuentra entre la segunda y la tercera causa de fallecimientos, cifra que en muchos casos supera a la de pacientes que mueren a consecuencia del cáncer. Sin embargo, según datos de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 80% de los accidentes cerebro vasculares podrían ser evitables con una dieta sana, práctica de ejercicio regular, evitando el hábito tabáquico y controlando que los niveles de TA, colesterol, triglicéridos y glucosa se encuentren dentro de la normalidad.
Una de las principales consecuencias luego de un ACV es el desarrollo de alteraciones en las funciones cognitivas y de comunicación: deterioro cognitivo, demencia y afasia. No todos los pacientes con ACV desarrollan deterioro cognitivo y, es por ello, que es importante intentar identificar a priori a aquellos sujetos con mayor probabilidad de sufrirlo.
El objetivo de este artículo ha sido llevar a cabo cabo una revisión sistemática de estudios sobre predictores biológicos y de imagen del deterioro cognitivo después del accidente cerebrovascular. Para ello, los autores se han basado en neuroimágenes obtenidas mediante Tomografía Axial Computerizada o Resonancia Magnética Nuclear y una serie de marcadores biológicos que contemplan, entre otras patologías, la hipercolesterolemia y la hipertrigliceridemia, la diabetes mellitus (mediante el nivel de hemoglobina glucosilada A1c) y daño renal (fijándose en los límites establecido como normales de la creatinina). Titulada “Biological and imaging predictors of cognitive impairment after stroke: a systematic review” esta revisión ha sido publicada en Journal of Neurology y financiada por el INSERM (French National Institute for Health and Medical Research)
“Biological and imaging predictors of cognitive impairment after stroke: a systematic review.” (J Neurol 266, 2593–2604 (2019) doi:10.1007/s00415-018-9089-z).
Para llevarla a cabo se ha realizado una búsqueda desde 1966 a 2018 en las bases de datos de Ovid Medline, Embase y Cochrane en las que se han introducido diferentes términos que vinculan el ACV y el deterioro cognitivo posterior a este. Bajo estos criterios se han identificaron más de 22.100 artículos. La selección de los artículos que han sido incorporados a esta revisión ha cumplido con los siguientes requisitos:
- Manifestación clínica de accidente cerebrovascular: la presencia de pacientes con ataques transitorios isquémicos (AIT) en el estudio no ha sido un criterio de exclusión.
- Los pacientes de los artículos debían tener 18 años o más.
- Al menos el 80% de los pacientes se sometieron al menos a un TAC o RMN.
- Los estudios tenían que haber sido realizados sobre una base de al menos 30 personas.
- Los pacientes fueron sometieron al menos a una evaluación cognitiva 3 meses o más después del accidente cerebrovascular.
- Evaluación de posibles biomarcadores de deterioro cognitivo preexistentes al ACV.
Estos requisitos excluyentes, hicieron que sólo 66 artículos fueran incluidos en la revisión, cumpliendo solo 29 de ellos todos los requisitos, mientras que el resto cumplía la mayoría los requisitos, siendo el principal escollo la estandarización utilizada para el establecimiento del deterioro cognitivo asociado al accidente cerebro vascular.
Sin embargo, la principal conclusión de esta revisión sistemática indica que, en pacientes con accidente cerebrovascular agudo, la atrofia cerebral global, independientemente del método de evaluación (evaluación subjetiva, dilatación de los surcos, agrandamiento ventricular, medida basada en vóxeles), es el predictor más consistente para la existencia de un futuro deterioro cognitivo. Siendo la Resonancia Magnética Nuclear el método de diagnóstico por imagen que más exactitud y precisión ha mostrado en la detección de atrofia cerebral.
Por otra parte, los estudios genéticos y bioquímicos proporcionaron una inconsistencia resultados a la hora de poder ser definidos como predictores de deterioro cognitivo tas un ACV. Esta inconsistencia podría explicarse por diferencias en los tamaños de las muestras analizadas, combinación de casos, duración del seguimiento y criterios utilizados para definir deterioro cognitivo.
De esta forma, la detección de una atrofia cerebral global en la fase aguda del ACV podría ayudar a que los pacientes todavía sin síntomas de deterioro cognitivo reciban una seguimiento más estrecho y minimizar en la medida de lo posible las consecuencias que el deterioro cognitivo tiene en la calidad de vida de los pacientes.
Finalmente, esta revisión podría marcar los estándares a cumplir en los futuros estudios que relación el ACV y el deterioro cognitivo, con mayores cohortes de pacientes, con seguimientos más largos y empleando la Resonancia Magnética Nuclear como estudio de Neurodiagnóstico por la imagen de elección. Esta prueba, además, debería centrarse en predictores de futuro deterioro cognitivo prometedores tales como siderosis superficial, espacios perivasculares agrandados, espesor cortical, volumen sistólico y microinfartos cerebrales.
REFERENCIA
Casolla B, Caparrós F, Cordonnier Ch et al. Biological and imaging predictors of cognitive impairment after stroke: a systematic review. J Neurol 266, 2593–2604 (2019) doi:10.1007/s00415-018-9089-z